Caballo negro


Era miércoles por la mañana. A las nueve, la campana daba por inaugurado el campeonato.

El caballo negro, fiel servidor de la reina, estaba al acecho desde su casilla. La protegía. Ella estaba en peligro: un mísero peón se atrevía a amenazarla. Ella no podía atacarle: el alfil blanco defendía el peón.

Con su blanca palidez, la reina blanca hostigaba el territorio oscuro, pero el destino estaba escrito. Aquella partida estaba claramente a favor del reino negro, liderado por uno de los caballos. La reina negra retrocedió dos casillas, gracias a la protección del fiel caballo. Se situó en una perpendicular que amenazaba al rey blanco.

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