Dionisio



Ella miró durante unos segundos el taxi que se alejaba; quería decirle adiós, pero él no levantó la cabeza.

Estaba agotada, se encaminó hacia un banco cercano lleno de sol, respiró hondo... y abrió su teléfono para ver qué había sucedido en el mundo durante las seis horas de desconexión. El taxi iba al aeropuerto, tuvo que dar la vuelta a la gran rotonda y se acercó al banco donde ella se había sentado. Por un momento, él levantó la mirada y la vio allí, con su abrigo rojo, preciosa... su resplandor competía con la luz del sol. Levantó el brazo para decirle adiós, le lanzó un beso que por un instante se interpuso entre los mensajes del móvil y sus ojos, aún chispeantes. Ella le devolvió el saludo con otro beso que el aire se encargó de entregar. Un hombre se sentó junto a ella sin preguntar y la miró sin pudor...

-¿Cómo te llamas?
-Quiero estar sola –contestó ella.

* Para leer el relato entero, contáctame.


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