El hombre que nunca existió



No tenía casa, ni coche, ni vínculo alguno con la sociedad. Trabajaba cuando el mundo dormía. Utilizaba varios nombres, con la intención de pasar inadvertido y que no le ubicaran en ningún lugar concreto, no se sentía ciudadano de ningún país.

Mario, Federico, Manuel eran nombres que utilizaba según el momento o la circunstancia. Su nombre real no lo conocía nadie. No tenía documentos, los había quemado.

En ocasiones vivía en los túneles del metro; otras, en edificios abandonados, y aún otras, en hoteles de lujo. Era inteligente; había recibido formación; dominaba varios idiomas.

Su aspecto dependía del momento y de la circunstancia: podía ir trajeado con corbata, o podía vestir sencillamente con un pantalón y una camisa.

No se sabe dónde se aseaba, pero siempre tenía un aspecto y olor inmejorables. Su estatura, 1,76 m; su peso, 74 kg; su edad, entre 40 y 55 años.

No se le conocían ni amigos ni familia.

* Para leer el relato entero, contáctame.


Escribir, escribir, solo por el placer de explicarte una historia. 
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