El piano



Una tarde de verano, en mi casa y después de comer, entre charlas y debates hablamos de las aficiones, realizadas o pendientes. Éramos los de siempre, los que viajamos, los que vamos al teatro, al cine, etc. Todo el mundo opinó, pero Paula y Víctor expresaron su ilusión pendiente con más fuerza que los demás. Para ambos tocar el piano era un deseo de juventud no satisfecho.

Quizás fueron los astros los que se alinearon para que ellos decidieran tomar clases o, si no fueron los astros, quizás fueron los ánimos que les dio todo el grupo. En cualquier caso salieron de mi casa supermotivados.

Fue sorprendente la gran habilidad musical que ambos mostraron: en la tercera clase, ya hacían sonar melodías populares, que el piano convertía en sonidos llenos de sentimiento.

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