La fruta jamás comida
Era una mañana de septiembre, el sol empezaba a calentar con fuerza, el azul del cielo era intenso, las abejas revoloteaban en torno al aroma embriagador que produce el fruto maduro, las condiciones climáticas junto a la suave lluvia de la primavera habían preñado espléndidamente al árbol del amor.
Aquel año los higos fueron los más espléndidos que él había visto jamás, se mostraban con descaro. Su redondez, su textura, sus gotas de néctar que goteaban dulcemente eran sus atributos.
La tentación fue inevitable. Alcanzó el primero sin complicación. Estaba en su punto, una gotita de miel emanaba de sus adentros, la lamió, su lengua transmitió a todo su cuerpo un impulso de deseo, obligándole a comer la carne melosa, la carne roja.
* Para leer el relato entero, contáctame.

Escribir, escribir, solo por el placer de explicarte una historia.
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