Los dioses del Olimpo
La luciérnaga revoloteaba iluminando el jardín. Una estela de pequeñas estrellas invitaba a descubrir algo muy especial. Con toda la plenitud de una noche de agosto acudió, curiosa, la luna para ver qué sucedía. Su luz era cálida, embriagadora. Durante un suspiro se acercó hasta allí, también, la lluvia y dejó suaves gotas de frescura sobre la hierba. Las rosas convencieron a la brisa para que esparciera el delicado perfume de sus adentros y, cuando una estrella fugaz surcó el firmamento, Rosa y Manuel supieron que era el momento de ponerse en marcha y, sin pensarlo, como un impulso vital, decidieron sin decirse palabra llevar la cama al jardín, para besarse allí, acompañados por la noche hasta que sus sentidos se llenaran de amor.
* Para leer el relato entero, contáctame.

Escribir, escribir, solo por el placer de explicarte una historia.
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